Chocolates de vino
La locura de un genio
En 1973 un hombre fue objeto de burlas por parte de media Europa.
Roberto Catinari apareció en una gran feria en Suiza con una idea que todos consideraban imposible: poner vino líquido dentro de un praliné de chocolate .
«Qué locura», le dijeron. «¡Tienes que beberte el vino, no puedes sellarlo en chocolate!»
Pero él no.
Él lo creyó.
Con su tenacidad, su amor por el arte de la repostería y el apoyo incondicional de su esposa, se puso a trabajar día y noche. Con la cabeza gacha y el corazón en llamas.
Y lo que parecía una herejía se convirtió en una obra maestra.
Ese año, en la misma Suiza que lo había considerado loco, ganó la medalla de oro.
Hoy, cincuenta años después, sus alumnos continúan esa “locura” con la misma pasión, utilizando las mismas manos, las mismas técnicas, el mismo amor.
Porque aquí, en Catinari, cada praliné es más que un chocolate:
Es una historia de valentía.
Es un brindis por el genio.
Es un pequeño acto de amor líquido.
Video

Moldes de yeso que penetran en la cerda, imprimiendo su forma y creando el molde.

El vertido del vino se realiza de forma manual, individual, con ayuda de un embudo de pistón.

Cubre completamente el molde con el papel aluminio.

También disponemos de una máquina del año 1969, utilizada para retirar con precisión el exceso de almidón.

Los pralinés de vino se deslizan sobre la cinta para mantener su forma, donde quedan recubiertos por una capa de chocolate negro al 71%.
